: No es por alabarme, pero me hice el tonto...

Muchos son los que se han olvidado de quién les limpiaba el culo cuando eran pequeños. Se creen que han llegado a ser lo que son  por méritos propios. No se acuerdan quién les cambió sus pañales, quién les dio de comer y quién les acunó cuando su sueño era perturbado. Su memoria es sustituida por un olvido metamórfico, más relacionado con el deseo sexual del hoy que con el gracias a quién están ahí. Su ayer y su historia quieren diluirlo y transformarlo en una fantasía de quita y pon.
Llegamos a la frontera... Allí donde los profetas miraron allende el horizonte, donde las razas se difuminan en mil y el sol a nadie  pertenece. Llegó la hora de mirar atrás y ver el camino recorrido por cada cuál. Hay que hacer cuentas con ese pasado que muchos han querido olvidar y no volver a ver nunca más. Sin embargo, como un látigo, el bucle vuelve y envuelve a sus vástagos, trayendo con la marea sus pecados pretéritos. No pueden, así pues, erigirse como nuevos y puros seres en sortilegios lingüísticos que les limpia para la eternidad. Su engaño y falso testimonio es tal, que no puede quedar impune. En el presente, cantan las maravillas de lo que frecuentan cuando antes lo denigraban y denostaban. Reina la hipocresía en las palabras y ya no son nada. Hemos llegado a la frontera...
Asistimos al baile de los traidores, dejando que nos apuñalen por la espalda, que nos tiren a la hoguera y dando validez a sus mensajes. Las duras piedras se conmueven, la seca tierra se abre y resquebraja, los cielos se ennegrecen y unen sus nubes en infernales ciclones, las aguas se levantan de sus cauces y, por fin, los mares, crean tempestades como jamás guió la ira de Dios. No es un juicio, es sencillamente ¡EL FINAL!