No somos ATLAS

NO SOMOS ATLAS

En la mitología griega Atlas o Atlante, el portador, era un joven titán al que Zeus condenó a cargar sobre sus hombros con los pilares que mantenían la Tierra separada de los cielos. Con el tiempo se tomo como la representación de un hombre que sostenía, la tierra con su fuerza. Es el símbolo de la fortaleza humana, capaz de soportar los mayores pesos, capaz de soportar el mundo por si solo.

Nosotros, individualmente, no somos ATLAS. El mundo debería ser sostenido por todos los que forman parte de él, cada uno aportando su fuerza. ATLAS, deberíamos ser todos juntos. No lo somos, ni queremos ser ese forzudo gigante, capaz por si solo de sostener un mundo que se derrumba. En ocasiones, parece que solamente nosotros, cada uno de nosotros, seamos ese forzudo.

El gran QUINO, a través de su personaje más emblemático, nos decía entre otras muchas cosas… al mundo le duele África, extrapolable a cualquier parte del este planeta.. Ese mismo mundo que MAFALDA intentaba curar poniéndole tiritas.  Al mundo le duelen tantas partes de su cuerpo, que ya podríamos decir… Cómo duele el  mundo!

Y, como, no siempre formamos parte de ese miembro del cuerpo dañado, nos inclinamos a sentir compasión… y no siempre del tipo de compasión que nos definía KUNDERA al hablar de compasión entendiendo como tal, compartir sentimientos de todo tipo, y da la impresión que no acabamos de sentirla de esta manera, más parece que solo nos dedicamos a compartir problemas, a compadecernos de las miserias de otros.

Cuando sentimos compasión,… cuando sufrimos con otros,… cuando queremos cargar con las responsabilidades de otros, creyéndonos capaces de solucionar unos problemas que, en la mayoría de las veces ni de cerca conocemos,…  tendemos a almacenar este sufrimiento,… esta responsabilidad adquirida voluntariamente o no. El bagaje que nos queda, la mayoría de las veces, es una pesada mochila, que poco a poco nos va encorvando, según se va llenando de más y más penas,… de más y más sentimiento de impotencia al no poder solucionar o, al menos, poder hacer algo por solucionar tantos y tantos problemas de este mundo, de esas gentes, de tantas personas, a veces cercanas, que tanto nos duelen.

Los de alrededor, puede que muchas veces, nos vean como un Atlas, una persona capaz de estar ahí, siempre, fuerte, inamovible, dispuesta para ellos, pero no lo somos por mucho que quieran pensar que sí y, continuamente, nos vengan con sus problemas,  ya sea para desahogarse o, en muchos casos, para que se los solucionemos. Qué fácil les resulta a algunas personas descargar en otras, argumentando que  estamos más capacitados y, con nuestro ego subido, nos metemos a resolver entuertos de los que no tenemos la mínima idea o, simplemente lo hacemos por ser incapaces de decir NO.

No somos Atlas y así deberíamos aceptarlo. Pretender ser como un dios, capaz de cargar con el mundo es tarea imposible para cualquier ser humano… y los titanes, como Atlas solo están en la mitología. Tenemos que, entre otras cosas, aprender a decir que no. Negativa que para unas personas es relativamente fácil, casi diría facilísimo y a otras nos cuesta demasiado y si es preciso, haremos como en su día la gran actriz LOLA HERRERA, que con 60 años, acudió a un sicólogo para que le enseñara a decir NO.

HANNA, la protagonista de la película de WODY ALLEN, ese director con aciertos puntuales, dice algo así… como soy la fuerte, quien me ayuda a mi. No es literal… y creo que también dice… los problemas de los débiles, los sufren los fuertes. Si, ella no lo dice, lo digo yo… Es una verdad innegable. En esto me muestro categórica, no tengo ninguna duda…

No sé si duele más por los que sufren, o por las acciones de los que hacen sufrir… Me duele la gente. Una expresión, bastante utilizada por mí, cuando observo como alguna persona muy querida realiza algo que puede hacer sufrir a los demás, ya sea por acción u omisión. En estos casos, mi mochila, se llena con toneladas de peso imposible de sostener. En estos casos las piernas, se doblan e hinco las rodillas. En estos casos, también sucede, que siempre acuden otros seres queridos a aliviar el peso de tu mochila, ayudándote a cargar con ella.

Hay una posibilidad de que todos pudiésemos ser como Atlas, bastante sencilla, consiste en que cada uno de nosotros, en nuestro entorno, intentásemos que las personas de nuestro alrededor estuviesen bien. Si esto lo hiciésemos así, si todos, absolutamente todos nos preocupásemos por la persona de al lado,… nadie estaría solo,… nadie,… nadie pasaría hambre,… nadie entraría en guerra,… nadie… porque todos estaríamos pendientes del bienestar de los otros, sin necesidad de ir muy lejos.

Utopía, moralismo barato, demagogia… para este final de comentario… es el que asomó y no quiso volver a encerrarse después de la palabrería anterior.